jueves, 8 de abril de 2010

Hoy he terminado el libro "Paula" de Isabel Allende; siento una profunda y sincera admiración por esta escritora, aunque hasta ahora he leído únicamente cuatro de sus libros, la verdad da envidia y intriga ver reflejada esa vida suya, llena de escenas propias de culebrón televisivo o poesías de Neruda, que pasan por los asuntos mas rutinarios y cíclicos del hecho de existir, hasta relatos de ultratumba y metáfisica que son mas convincentes que los thriller que se armaba mi propia abuela con sus historias de brujas convertidas en aves enormes, capaces de arrancar el techo de una casa para robarse a esposos y niños.
En todo caso, el tema de este blog- que no espero sea leído- cumple con la premisa que sugiere a viva el nombre que le he dado, y es que a veces le coge a uno ese estado de vacío impropio, que llena las menudencias de un pesar extraño y que por momentos le hace cuestionarse a mas de uno las razones y pasiones de su existencia, causando justamente eso, la famosa malparidez -aclaro que no se si esa palabra realmente existe- y pues que... oda a la malparidez dirán algunos.

Volviendo al punto del escrito de ese amor platónico mío llamado Isabel Allende, me ha entrado una tristeza enormeluego de asimilar pagina a página la historia de la lamentable muerte de su hija Paula Allende; Isabel en este libro, desgarra su propia alma de una forma pavorosa, que realmente lo confieso, desestabiliza tus sentidos y al final no tuve mas remedio que soltar un par de lágrimas mudas en tributo a esa hermosa joven que se fue a encontrarse con un dios que andaba buscando.
Tanto me absorbió el relato, que llegue a un punto en que no pude evitar sentirme identificado con Ernesto, el esposo torturado por el sufrimiento y el miedo que le causó el hecho de perder a su amada esposa, senti como mío ese padecimiento, vislumbre a mi propia esposa deshecha y con aire de angel ausente, de la forma en que Isabel claramente la describe.
No voy a profundizar en detallar el escrito al que me refiero, ya que no me siento capacitado para dibujar siquiera un trazo de esas páginas salpicadas de tristeza, nostalgia y frio de muerte, con la misma destreza que lo hace la autora, pero si me lleva a tratar de ubicar en este blog, la tristeza y la inquietud que me produjo conocer de esta, llamemosla así, tragedia.

Malparidez me causa el pensar en la muerte de mis seres queridos, hasta ahora conservo junto a mí a los seres mas caros que tengo en mi alma, a mis incorruptibles padres, al joven y despreocupado hermano y a esa mujer cuyo cuerpo esta marcado en mi piel, tallado con ese amor que sale a bocanadas por sus ojos cuando me mira.
Como será ver irse a uno de ellos, los muertos se van callados dejando preguntas sin respuesta a quienes se quedan en esta tómbola que llaman mundo.
El tema no es resolver que hay después de morir, el tema es como dejar ir a esas personas que significan tanto para cada uno de nosotros, permaneciendo impávidos sin brazos a torcer, comprendiendo en lo profundo que no hay nada que hacer, solo dejar pasar, dejar ir.
¿Los veremos de nuevo?, ¿conservarán y conservaremos memorias de nuestras vidas?, ¿habran vivido ya lo suficiente? y ¿Los habremos hecho sentir amados?... como saberlo eh?.

Llueve en Bógota a esta hora, la ciudad esta igual de triste que yo, desde la altitud de este edificio, todo parece pausado por un control remoto, todo excepto la lluvia y los rayos que masacraban la tranquilidad del perro que habitaba la casa de mis padres; no se porque siento como mío ese duelo, porque la tristeza, porque el desanimo, como se explica esta solemnidad que me atormenta con igual violencia que los rayos a este cielo infinitamente grís.

De súbito me llama mi esposa, hola, besos, te amo, cuidate, te pienso. Esa mujer, ese soporte esa alma extraña que se mete en los mas intimos espacios de mi ser, y me llena con un calor que de no estar controlado seguro me mata. Yo tengo la opción de volver a casa cada día y verle de nuevo, que habrá sido de Ernesto el esposo del ángel etéreo, que se sentirá al saber que esa persona no estaría mas allí, que sentiría yo si esa cándida presencia que amo de plano, casi automáticamente, sin pensar mucho.

Esa es la Malparidez de hoy, ojalá pase pronto, igual que esta lluvia.